En el Antiguo Testamento y ya desde el libro del Génesis, se relata la creación del mundo y la relación del hombre con Dios. El hombre está hecho a imagen y semejanza del Creador, pero su divinidad yace fragmentada y perdida en el olvido. La realidad que ven nuestros ojos no es la única realidad que existe, ni siquiera es la vida real, es un destello en el pensamiento humano que nos hace percibir un fragmento de la realidad. En el Evangelio de Jesús se cuenta las Buenas Nuevas, y explica que el reino de Dios ya está aquí y nos prepara para la vida eterna; manifestando toda la grandeza, gloria y culto a Dios Padre aquí en la tierra para que así sea revelada la promesa de la herencia prometida que le hizo a Abraham, padre de las tres religiones monoteístas. Ninguna de estas tres religiones ha sabido interpretar la herencia prometida a Abraham para la humanidad. El hombre ha intentado de reproducir el Reino de los Cielos aquí en La Tierra pero ha fracasado al establecer una vida acorde con la voluntad de Dios.