La civilización occidental se enorgullece de dos logros particularmente exportables: la tecnología (que permite la transformación del mundo adaptándolo a nuestras necesidades) y la democracia (que hace posible la intervención del ciudadano en su gobierno). Sin embargo, ambos elementos no bastan para garantizar una sociedad justa pues pueden fácilmente pervertirse, convirtiéndose en instrumentos de dominación. Deben, pues, ir acompañados de una realidad tan vieja como inevitable: la conciencia y la responsabilidad moral por parte de científicos, gobernantes y gobernados. Para hacer más presente en nuestras sociedades tan necesaria condición, parece imprescindible un incremento de la educación moral en nuestro sistema educativo. Sin embargo, cuando analizamos los distintos planes de estudio, desde las primeras edades hasta los posgrados universitarios, aunque encontramos en ellos un gran protagonismo de los saberes instrumentales y técnicos, no sucede igual respecto a la educación en valores. Parece olvidarse que el fundamento de una sociedad no es otro que la voluntad de cada uno de sus miembros por contribuir al bien de la colectividad. El autor del presente libro reflexiona sobre la necesidad pragmática de tal formación, sobre cuáles podrían ser los temas de esa minima moralia, y sobre qué recursos didácticos resultarían útiles a tales efectos.