Sofía es una joven distante y muy observadora que emerge de la existencia cerrada y ramplona de una pequeña ciudad castellana en los años cincuenta.

El desapego hacia un medio que no parece interesarle, inclina su mirada a elementos primarios como el fuego, la ceniza o la sangre; y más tarde hacia la música como fuente de placer y conocimiento.

Una atracción especial por lo no convencional, y la revelación de un mundo desconocido al otro lado del océano, sirve como detonante para narrar experiencias poco frecuentes.

Su incredulidad sobre la posibilidad de encontrar el verdadero amor le conduce a su búsqueda a través del mundo de la magia como alternativa.

A partir del resultado de esta experiencia, Sofía comienza un proceso de introspección, en el que el relato aparece cruzado por recuerdos, evocaciones de personajes y sueños, para centrarse finalmente en una búsqueda personal de su propio destino, a través de entidades insoslayables y permanentes, como el tiempo, la enfermedad o la muerte.

El tono rigorista que preside sus apreciaciones acerca del comportamiento humano y patrones sociales del momento, quiere conducir a una necesaria reflexión acerca de la validez de nuestro modelo de vida.