A pesar de haber heredado el Circo Ecuestre, que conservaba lo mejor de la tradición ecuestre francesa, Gabrielle Robichon no sentía ninguna lealtad hacia el emperador que destruyó el modo de vida de su familia. Independiente y testaruda, Gabrielle se comprometió a ayudar a la armada británica, pero los británicos no iban a permitir que se embarcara sola en la misión de atravesar Francia con una gran cantidad de oro escondida en los carromatos del circo y con destino al cuartel general del duque de Wellington en España. El coronel Leo Standish debía hacerse pasar por su marido para escoltar el oro sin levantar las sospechas del enemigo. A Gabrielle le molestaba tener que ceder públicamente a todos sus caprichos, pero el peligro de su misión los estaba acercando de una manera desconcertantemente íntima. Con las tropas francesas a punto de descubrir su farsa, era primordial que ninguno de los dos olvidara su propósito...