Patricia Pasquali, nos ofrece esta obra que reúne, debidamente glosadas; más de un centenar de cartas de índole personal y reservada que el Libertador dirigió a Tomás Cuido, su gran colaborador, amigo y confidente, quien -según expresión del propio general- tenía el "raro don" de hacerle romper el silencio y motivarlo a escribir "largos cartapacios", a pesar de su confesada aversión por el papel y la pluma: De allí deriva la excepcional riqueza de esa correspondencia epistolar que permite penetrar en el pensar y en el sentir del prócer; cuya personalidad no se caracterizaba por ser fácilmente permeable. Tan singulares misivas constituyen, pues, un maravilloso puente tendido sobre la maraña de datos, testimonios, documentos, planteos, interpretaciones y controversias relativos al personaje, que es preciso cruzar para asomarse a la esquiva interioridad de ese ser humano que, escondido tras la pétrea y gélida imagen del Padre de la Patria, sigue siendo para muchos un desconocido. Si la estatua se ha devorado al San Martín real, vivo, íntimo, éste sigue palpitando con fuerza en esas hojas amarillentas escritas desaliñadamente, no exentas de exabruptos ni de comentarios urticantes, a veces saturadas de irónica socarronería y otras de profunda nostalgia. Tal vez uno de los mejores homenajes que puedan rendirse a la memoria del Libertador en el sesquicentenario de su fallecimiento sea el de procurar que los argentinos conozcan de cerca, vívidamente y sin intermediarios a quien fue todo un héroe pero también un gran hombre que a través de estas cartas, libres de toda pátina de bronce, resulta más creíble y, por eso mismo, mucho más próximo y entrañable.