María tiene cuarenta y... y pocas cosas que llamen la atención:
una vida en provincias, un marido de toda la vida, con su barriguita cervecera y todo, una hija adolescente, un hijo pequeño, una madre, una suegra, su trabajo... y, cómo no, el whatsapp petado con los grupos de las hiperpluscuamperfectas madres del cole, una lucha sin cuartel contra los kilos de más, compulsión por las compras (también en Internet), incapacidad para hacer los trabajos manuales de sus hijos con un mínimo de decoro, querencia por los gin-tonics, una ironía demoledora y la autoestima... bueno, mejor no hablar de la autoestima de María.
Por supuesto, a su día le faltan todas las horas, fundamentalmente porque su capacidad de atención, no digamos de concentración, está algo perjudicada, y no por los gin-tonics, malpensados, sino porque, a estas alturas, con una vida de provincias, un marido de toda la vida, una hija adolescente, un hijo pequeño, una madre, una suegra, el trabajo y el puñetero
whatsapp, siente que está a punto de explotar. Eso sí, antes no le queda más remedio que hacerle a su nene el trabajo de Conocimiento del Medio... En fin, solo podemos decir que ha habido guerras mundiales que han empezado con excusas más tontas.