





Desde las primeras páginas de esta novela, articulada en forma de diario; el diario de un personaje que anuncia desde las primeras líneas su firme voluntad de quitarse la vida. Tras esa funesta declaración de intenciones, el protagonista irá consignando en un diario sus vicisitudes y andanzas, su visión del mundo, al tiempo en que su camino cotidiano se entrecruza con un abanico multicolor de personajes: ex-mujer e hijos; amigos de barra de bar...
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1– GUSTARÁ: A los lectores de novela policíaca en las que predomina el ritmo frenético de escenas…hace 3 meses por Forolibro
Pero aquí la ligazón, la argamasa emocional, funciona desde las primeras páginas de esta novela, articulada en forma de diario; el diario de un personaje que anuncia desde las primeras líneas su firme voluntad de quitarse la vida.
Tras esa funesta declaración de intenciones, irá consignando en un diario –que podríamos entender como la confesión póstuma destinada a vaciar el alma y a suplir, a efectos legales, la consabida carta al juez de turno– sus vicisitudes y andanzas, su visión del mundo, del ser y del estar, al tiempo en que su camino cotidiano se entrecruza con un abanico multicolor de personajes: ex-mujer e hijos; amigos de barra de bar; antiguos compañeros; vecinos anónimos; yonquis desesperados que pondrán en su mano el arma liberadora, amén de alguna apetecible tentación en forma de prostituta. Porque irse de este cochino mundo sin descender siquiera por última vez al reconfortante infierno del sexo no es plan.
Mezclando con absoluta pericia elementos propios de la novela negra; de la narrativa costumbrista –real y directa, exenta de artificios innecesarios–; del vaudeville teatral –trufado de entradas y salidas y situaciones jocosas– y añadiendo, como aditamento sutil y enriquecedor, situaciones propias del realismo mágico, Jorge Rodríguez Rueda ensambla una novela ligera, fascinante, próxima, cálida. Y lo hace sin renunciar a la ironía, a ese punto de humor que mantiene de forma sempiterna la media sonrisa en los labios del lector, incluso la estentórea carcajada ocasional, propia de autores bregados en la comedia, como Eduardo Mendoza, o en la astracanada desaforada e hilarante, como el bilbaíno Juan Bas.
En resumen, querido lector, deberá usted decidir suicidarse con nuestro héroe si quiere saber cómo acaba un suicidio como Dios manda.
Julio Murillo Llerda
(Periodista y escritor)