Los ocho relatos que componen esta antología tienen un eje común: sus protagonistas son varones de buen ver y mejor pasar, y todos disfrutan de las noches alegres del Nueva York de los primeros años del siglo XX, pero en todos ellos hay un poso de tristeza que no tiene la fuerza de convertirse en drama. Estos herederos de grandes fortunas... “saben qué significa tener y gozar desde muy temprano, y eso los hace especiales: los vuelve blandos ahí donde los demás aprendemos a ser recios, los convierte en cínicos cuando aún tendrían edad para ser confiados, y eso se da de una manera difícil de entender para cualquiera que no haya nacido rico”, cuenta el propio Fitzgerald. Encabeza la antología la historia de Benjamin Button, un hombre que nace viejo, y a medida que pasan los años va recuperando la madurez y luego la juventud, al contrario que el común de los mortales. Eso le permite ver la sociedad que lo rodea con ojos distintos y críticos. Le sigue la historia de Anson Hunter, un joven seductor que rechaza a la mujer de su vida para no comprometerse, y a los veintiocho años es un hombre tristemente viejo, cansado de remojar su soledad en el mejor champán. Otros cuentos hablan de novios imposibles y padres incómodos con su condición, que compran para sus hijos juguetes hermosos e inútiles. Las mujeres también muestran sus cartas en este juego donde todos, al final, acaban perdiendo las ganas de apostar. Escritos en un momento en que su matrimonio con Zelda estaba en crisis, estos cuentos dan una idea cabal del mundo de Fitzgerald y de la cara oscura de su vida. Brad Pitt interpreta a Benjamin Button en la película dirigida en 2008 por David Fencher.