Hasta entonces, en la vida de Leonard Ángel había habido una embriagadora sensación de eternidad. Llega ahora el punto final de la infancia con los cálidos veranos junto al río, el bachillerato recién acabado, un futuro henchido de posibilidades y Mario, el amigo del colegio, a quien comienza a amar con ternura. Una tarde de primavera, todo esto se hunde en un abismo, en la sospecha de que hay “algo radicalmente discordante dentro de sí mismo”. Un enorme vacío interior le empujará a una serie de inmediatas aventuras eróticas, a catástrofes y excesos. Emprende la huida yendo a estudiar a Viena, donde Feline, asaltada por el mismo vacío, y el chapero Tiago le arrastran a un torbellino autodestructor del que no le liberan ni un salto al Danubio ni el refugio en la casa de su hermana, en el Mediodía francés. Sólo en el encuentro con Boris halla la búsqueda su meta. Obsesionado por el deseo de reconquistar su vida al lado de este hombre, comienza a escribir su historia. Surge así el apasionado autorretrato de un joven que indaga su propia verdad y que, al describirla, expone por qué, en realidad, no es posible afrontar la vida –y, de poder, es sólo con la ayuda de la literatura. A través de un concierto magistral de varias voces narrativas, Hombre Ángel analiza la credibilidad de los recuerdos y de la narración coherente de una biografía. “El estilo de Geltinger está sembrado de imágenes y utiliza un lenguaje denso, sin falsos pudores, por el que transita un hálito libre y refrescante acorde con el espíritu del tiempo.”, Joachim Helfer.