Hemos entrado en la sociedad del pleno desempleo, dominada por los servicios innovadores y con un alto valor añadido, en la que la cultura del trabajo asalariado se viene abajo. Aunque el fenómeno da miedo y calienta los ánimos, entre izquierda antagonista y derecha social, con los nuevos mecanismos de producción del cuaternario el trabajo será necesariamente flexible y volátil. Para los políticos, el reto es complejo e ineludible. Solo las comunidades capaces de adaptarse al cambio, incluso revolucionando la organización del Estado social, conseguirán obtener beneficios con la llegada de la sociedad de los servicios personalizados. Para los países que no puedan amoldarse a esta nueva realidad el fracaso se encuentra al doblar la esquina.