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Sinopsis
«Tal vez ustedes no lo sepan, pero todas somos pornolectoras. Todas las lectoras lo somos, sin excepción, incluidas las solteronas y las monjas. Cuando una niña de cualquier lugar del mundo tiene en las manos su primer libro, se convierte de inmediato en pornolectora, lo quiera o no. Probablemente lo ignorará toda la vida, sin embargo, nadie le devolverá la inocencia. A través del libro, caerá dentro de una historia mucho mayor que ella, relacionada con el arte y la cultura. Y también con la sexualidad. Y con la economía y el comercio. »,Lectoras y libros no nacieron juntos. De hecho, durante siglos se ignoraron. Se trata de un pequeño detalle muy significativo, pues indica que las mujeres entraron en juego cuando las reglas ya se habían establecido. La relación entre libros y mujeres surgió de forma tardía, en el marco de una estructura de recepción preconcebida donde se las recibió con hostilidad. Por eso siempre ha sido una relación, como mínimo, complicada. Y enormemente ambigua». «En este sentido, es un manual de autoconciencia en toda regla, cuyo objeto es averiguar cómo y cuándo entramos en el túnel de la pornolectura disfrazadas de niñas puras, que se dirigen alegremente a la escuela con los libros al hombro. Y por qué resulta tan difícil el solo hecho de plantearse salir de ahí». Francesca Serra.
Nota del editor Sí, lo siento, esta es otra carta de editor. Esas cartas cargadas de elogios hacia un libro nuevo -una apuesta editorial, nos gusta decir- que busca tanto su complicidad y cariño como llamar la atención, en la selva, sobre uno concreto. Si atendemos a la prensa cultural, cada semana se publican tres o cuatro «obras maestras». Unas quince «obras maestras» al mes. Este libro no es una de ellas. Es un ensayo que mira a las lectoras como nunca nadie se ha atrevido a hacerlo, y menos una mujer. Estamos hastiados de la llamada literatura femenina, de lectores macho-alpha y de la segregación literaria por sexos que todavía, como sabemos, existe. Dentro de la sociología de la lectura, este libro aporta la categoría de la pornolectora. Lejos de las sombras y la lencería todoacien, del consumo inmediato y la satisfacción instantánea, Francesca Serra propone ser conscientes de qué leen las mujeres y por qué. Sabemos que, a lo largo de la historia, se han incorporado tarde a la lectura. ¿Está la relación entre lectoras y libros viciada por la dominación masculina? «La pornolectora nace cuando el libro se convierte en mercancía», sostiene la autora. En esta era de mercantilización de la cultura y expansión del entretenimiento, estamos ante un libro que denuncia la alegoría del consumo, sin negar que existan Lectoras de verdad y que su número haya aumentado en los últimos tres siglos. Las buenas chicas no leen novelas de Francesca Serra no es una obra maestra, ni cambiará la vida de nadie. Es solo un libro para leer con los ojos abiertos. Manuel Fernández-Cuesta
Nota del editor Sí, lo siento, esta es otra carta de editor. Esas cartas cargadas de elogios hacia un libro nuevo -una apuesta editorial, nos gusta decir- que busca tanto su complicidad y cariño como llamar la atención, en la selva, sobre uno concreto. Si atendemos a la prensa cultural, cada semana se publican tres o cuatro «obras maestras». Unas quince «obras maestras» al mes. Este libro no es una de ellas. Es un ensayo que mira a las lectoras como nunca nadie se ha atrevido a hacerlo, y menos una mujer. Estamos hastiados de la llamada literatura femenina, de lectores macho-alpha y de la segregación literaria por sexos que todavía, como sabemos, existe. Dentro de la sociología de la lectura, este libro aporta la categoría de la pornolectora. Lejos de las sombras y la lencería todoacien, del consumo inmediato y la satisfacción instantánea, Francesca Serra propone ser conscientes de qué leen las mujeres y por qué. Sabemos que, a lo largo de la historia, se han incorporado tarde a la lectura. ¿Está la relación entre lectoras y libros viciada por la dominación masculina? «La pornolectora nace cuando el libro se convierte en mercancía», sostiene la autora. En esta era de mercantilización de la cultura y expansión del entretenimiento, estamos ante un libro que denuncia la alegoría del consumo, sin negar que existan Lectoras de verdad y que su número haya aumentado en los últimos tres siglos. Las buenas chicas no leen novelas de Francesca Serra no es una obra maestra, ni cambiará la vida de nadie. Es solo un libro para leer con los ojos abiertos. Manuel Fernández-Cuesta
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