Corre el siglo XII y el monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes, en Girona, vive uno de sus momentos de mayor esplendor. El abad Berenguer rige sus designios con mano firme. No sólo imparte justicia, sino que además defiende a capa y espada sus vastos territorios y los derechos sobre los impuestos que pagan sus vasallos. Frente a él, el conde Hug de Empúries trata por todos los medios de menoscabar su autoridad y hacerse con sus privilegios. Pero estamos en 1161 y el vizconde de Peralada está sufragando las obras de reforma en el cenobio. Ha encargado al Maestro Peire, un ex monje escultor que trabaja de manera itinerante, la creación de una espectacular portada de mármol para acoger a los peregrinos que van hacia Santiago y Tierra Santa, que deberá estar terminada para el año Jubilar de 1163. Junto al maestro escultor viaja su hija, Càndia. Blai, un joven huérfano que sirve en el monasterio, caerá muy pronto rendido a los encantos de esta joven de pálido semblante y cabellera negra. Para ser digno de su amor, tendrá que conseguir liberarse de la servidumbre y aprender un oficio que le permita vivir con dignidad. En esta empresa le ayudará su tutor, Sebastià, un antiguo guerrero que ha abandonado las armas y es ahora el encargado del hospital de peregrinos. También él silencia deseos no confesados, como el que siente por la molinera de Belascó. Pero nada es tan sencillo como parece. Hace más de diez años que el abad Berenguer guarda un secreto. Por eso, cuando una noche una figura oculta bajo una capa y un sombrero negro entra en la sacristía del templo, corre la voz de alarma.